www.paquebote.com > MARCO TULIO CICERON
Cicerón no fue ni un aristócrata ni un general y llegó hasta las más altas magistraturas del Estado romano gracias al poder magnético de su palabra. Aunque tuviera que vérselas con políticos y militares de la talla de Craso, Pompeyo, Julio César, Marco Antonio y Octaviano, nadie como Cicerón dominó el arte de la palabra en lengua latina. Este es su mérito y esta ha sido su grandeza, que se ha conservado hasta nuestros días.Cicerón debía convencer a los aristócratas romanos de que uno de los suyos, Catilina, estaba preparando una rebelión contra Roma. Tenía, además, que imponer su "auctoritas" para legitimar sus decisiones como cónsul. En la primera "Catilinaria", pronunciada en el Senado, el objetivo de Cicerón es herir a Catilina, obligarle a salir de Roma y revelar el nombre de sus cómplices. La segunda y tercera "Catilinarias" fueron pronunciadas ante el pueblo. En la segunda, Cicerón informa de las deliberaciones que habían tenido lugar en el Senado y en la tercera presenta las pruebas contra los cómplices de Catilina: documentos escritos y testimonios orales, confesiones. En la cuarta "Catilinaria", Cicerón actúa como un cónsul que está dirigiendo un debate senatorial sobre la salvación del Estado. Cicerón fue saludado como el salvador de Roma y padre de la patria, y los conspiradores fueron ejecutados.
La figura de Marco Tulio Cicerón (106 - 43 a. C.) constituye, sin lugar a dudas, una de las más relevantes
de cuantas nos haya legado la Antigüedad clásica. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la nobleza de Arpino,
recibió una formación completa en Grecia y Roma que, combinada con su inusual capacidad oratoria y un brillante
dominio del lenguaje, le llevó a ser un político republicano prominente, el más destacado abogado de su tiempo, un
reputado pensador y un escritor que es el paradigma de la perfección de la lengua latina. El Elogio de la filosofía,
que Cicerón escribió ya mayor, retirado en su finca de Túsculo, supone la culminación de sus Tusculanas. Se trata de
una defensa a ultranza de la idea de que es la virtud, entendida como perfección moral, la única condición necesaria
para alcanzar la felicidad. Cicerón contrasta su tesis con las opiniones e ideas de otros filósofos, como Platón o
Epicuro, para reafirmarse en sus postulados estoicos firmemente enraizados en su pensamiento.
Escrito por Cicerón cuando ya contaba con amplia experiencia en los asuntos de Estado, “El sueño de Escipión” es una obra maestra y uno de los textos más influyentes de la Antigüedad. Aunque en sentido estricto no se trata de un texto autónomo—pues conforma el libro VI de “La república”—, adquirió vida propia, se convirtió en referente y ha sido leído con avidez a lo largo de los siglos. Su presencia se advierte con fuerza en lugares muy diversos de la tradición occidental y con intenciones muy dispares. Este viaje sustenta, sólo o en conjunción con otros, obras tan diversas como tratados de Juan Luis Vives, «La divina comedia» de Dante, el óleo homónimo que le dedicó Rafael o la ópera que Mozart compuso con libreto de Pietro Metastasio.
El discurso de Cicerón en defensa de Marco Celio Rufo se pronunció el 4 de abril del año 56 a. C., pero con seguridad puede afirmarse que el discurso que ha llegado hasta nosotros fue redactado después de pronunciado con la intención de publicarlo. El resultado es un cuidado discurso forense en cuyo desarrollo el maestro Cicerón da buena muestra de su notable ingenio y de su destreza en el uso de la palabra, llevándonos de lo más simple a lo más complejo, de lo irónico a lo patético, en un excelente ejemplo de lo que puede y debe hacer todo buen orador.